Y me vi educando a mis hijos
mientras conmigo lidiaba,
con una mente consumida y abandonada.
Abandonada por la vida que te quita la ilusión,
cuando abres los ojos y te ves bajo presión
de una vida adulta que no da tregua ni perdón,
y que en cada paso en falso halla complicación.
Y me vi criando personas
tratando de que sean buenas,
mientras yo entre el bien y el mal
lidio a duras penas.
Porque siento que crezco a través de sus ojos,
que me enseñan a vivir el presente,
me ayudan a liberar mi mente
y me dejan volver al mundo infantil,
tan de verdad y auténtico,
nada forzado ni excéntrico.
Y asusta pensar en el momento
en que todo se transforma,
en que la vida se complica y la imaginación se torna
en maldad y manipulación cuando antes sólo había mundos de cuentos, y los minutos de juego se contaban por cientos.
Y me vi envidiando su tiempo,
pensando que el mío se lo llevó el viento.
Un viento que te acaricia y avisa
de que si aún una pequeña brisa
te puede estremecer,
es que aún te queda
mucho por hacer.
Es una preciosa poesía donde la madurez y sus problemas se ve matizada y aliviada en la contemplación del hijo,pero como dices,la vida sigue y se transforma.El problema es conocer el destino del camino
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